Cuento para la prevención de la violencia machista.
Hubo una vez un viejo sultán preocupado porque aún no había decidido a cuál de sus hijas dejar el trono. Su amigo el visir le aconsejó:
-Ponlas a prueba. La vida es un largo viaje, ¿no? Pues llévalas a un lugar remoto y que cada una viaje aquí por su cuenta. Júzgalas a su vuelta por lo que hayan aprendido.
-¿Y si algo les ocurriera?
- No se preocupe, majestad. Dejaré que les guarde y acompañe un animal de su elección.
Ara y Taira, las princesas, fueron llevadas muy lejos y allí pudieron elegir un animal protector. Ara eligió un magnífico y poderoso tigre que no desentonaba ni con la belleza ni con el carácter valiente e intrépido de la princesa.
- Me encanta este tigre- dijo Taira - pero yo no lo escogería para un viaje tan largo. Los tigres son peligrosos y difíciles de controlar.
- No te preocupes, hermanita, yo sabré dominarlo - respondió Ara al emprender el camino de vuelta.
Taira pasó algún tiempo conociendo a los animales antes de elegir su compañero. Y aunque los animales bellos y exóticos le parecían maravillosos, se decidió por un perro de ojos inteligentes, simpático y bonachón, con el que entendía a las mil maravillas.
El viaje resultó muy extraño. Cada vez que pasaban por algún pueblo o ciudad, Ara y su tigre levantaban gran admiración y eran acogidos con fiestas y celebraciones, mientras Taira y su perro
pasaban prácticamente desapercibidos. Pero el resto de tiempo, cuando viajaban alejados de la gente, Taira disfrutaba de todo tipo de juegos con su perro, mientras que Ara apenas conseguía dominar la ira y la fuerza del tigre, y vivía angustiada pensando que en cualquier momento, el animal pudiera llegar a atacarla. Y lo hizo varias veces, aunque las heridas nunca llegaron a ser graves.
pasaban prácticamente desapercibidos. Pero el resto de tiempo, cuando viajaban alejados de la gente, Taira disfrutaba de todo tipo de juegos con su perro, mientras que Ara apenas conseguía dominar la ira y la fuerza del tigre, y vivía angustiada pensando que en cualquier momento, el animal pudiera llegar a atacarla. Y lo hizo varias veces, aunque las heridas nunca llegaron a ser graves.
Cuando Ara y su tigre llegaron al palacio, también fueron recibidos entre aclamaciones. Al poco llegó
Taira, y el visir recordó entonces al sultán:
Taira, y el visir recordó entonces al sultán:
- Ha llegado la hora de decidirse. Pregúntales qué tal fue el viaje y qué han aprendido.
- ¿Qué necesidad hay? - replicó el sultán - Mira Ara y su magnífico tigre, tienen una imagen perfecta y todo el mundo adora.
- Preguntadles de todas formas - insistió el visir - seguro que tienen magníficas historias que contar.
- Cierto, eso es seguro... Queridas hijas, ¿qué tal vuestro viaje?
Ara apenas tuvo tiempo de responder porque Taira se lanzó a hablar sin parar. Se le había hecho tan corto, y lo había pasado tan bién con su perro, que no dejaba de dar las gracias a su padre por habérselo regalado y le pidió conservarlo para siempre. Y mientras Taira contaba sus historias, el sultán vio en los ojos de la bella Ara una pequeña lágrima de envidia. ¡Se le había hecho tan largo!¡Y todo por haber elegido al tigre, brusco y salvaje!
El visir, viendo que el sultán había comprendido, gritó en voz potente:
- Ya no hay necesidad de trucos. ¡Al sal halam!
Y una nube mágica devolvió al perro y al tigre su forma humana. Eran dos de los muchos príncipes que llevaban años cortejando a las hijas del sultán. Las dos reconocieron enseguida al tigre: era Agra, el más apuesto y poderoso de sus pretendientes, del que ambas habían estado enamoradas durante años. El perro era Asalim, un joven del que apenas recordaban nada. Pero tenía los ojos y la sonrisa de su querido compañero de juegos, y Taira se lanzó a sus brazos y corrió a pedir permiso a su padre para celebrar la boda
Agra estiró las manos hacia Ara con una sonrisa: hacían una pareja admirable. Pero en sus ojos, la princesa reconoció la fiereza y agresividad que tantas veces mostró su compañero de viaje. Y no tuvo duda: perdería el trono y su amor de juventud, pero no pasaría toda su vida en compañía de un tigre con el que nunca podría predecir qué nuevo susto le daría.
De Cuentopía
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